La necesaria restricción a la movilidad durante la pandemia resultó en la paralización masiva de prácticamente toda actividad educativa presencial, en instituciones reinventándose y en desafíos sin precedentes para la educación, aunque también ha potenciado nuevos abordajes que van a quedarse.
Es que la virtualidad también aceleró notablemente la consolidación de nuevas tendencias educativas que venían desarrollándose durante las últimas dos décadas. Todas, por supuesto, atravesadas por un profundo elemento tecnológico, como veremos a continuación.
Microlecciones y nanoaprendizaje
Más que una constante sospecha, la disminución de la capacidad para mantener la atención y el aumento de la fatiga producto de extensas jornadas de exposición al sobreestímulo de las pantallas parecerían ser ya características propias de la era de los datos y la información.
Si bien los eventuales efectos negativos del uso de las redes sociales sobre la memoria y la concentración han sido un extendido motivo de discusión durante los últimos años, la falta de datos empíricos no ha permitido respaldar por completo la idea del deterioro y la aceleración social. Es decir, esa vertiginosa fragmentación que cualquiera puede percibir en diversos ámbitos de la discusión, tanto públicos como privados, y de la que tantas voces han alertado desde la psicología, la sociología y las ciencias de la educación desde principios del siglo XXI.
Asimismo, durante la última década se han desarrollado diferentes investigaciones que trasladaron la discusión a nuevas dimensiones. En el estudio “Accelerating dynamics of collective attention”, publicado en 2019 por Nature, por ejemplo, se concluye que, efectivamente, la capacidad de nuestra atención colectiva se está reduciendo. De hecho, los resultados sugieren que este efecto ya no ocurre únicamente en el ámbito de las redes sociales y otros espacios digitales, sino también en dominios como el de la lectura o el cine, entre otros.
En el estudio en cuestión, desarrollado por un equipo de científicos de Technical University of Berlin, Max Planck Institute for Human Development, University College Cork y Danmarks Tekniske Universitet (DTU), se evidencia una dimensión de la aceleración social, a saber, las crecientes tasas de cambio dentro de la atención colectiva. A este respecto, Sune Lehmann Jørgensen, profesor de Matemática Aplicada y Ciencias Computacionales de Technical University of Denmark - DTU, señala:
Parecería que la capacidad para prestar atención que nos es asignada en nuestra mente colectiva tuviese un tamaño determinado, pero que los elementos culturales que compiten por esa atención han alcanzado una mayor densidad. Esto respaldaría la afirmación de que, de hecho, en la actualidad se ha vuelto más difícil mantenerse al día en el ciclo de noticias, por ejemplo.
Mientras tanto, Philipp Lorenz-Spreen, del Instituto Max Planck para el Desarrollo Humano, acotó que “[...] el contenido aumentó (y sigue aumentando) drásticamente en volumen, lo que agota nuestra atención y nuestra necesidad por la 'novedad', haciendo que colectivamente cambiemos entre un tema y otro con mayor regularidad que en el pasado”.
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La cantidad de tiempo en que nuestra atención colectiva fija, concentra y procesa la ocurrencia de un determinado tópico o suceso se ha acortado producto de la celeridad que define a la era digital. Los temas se vuelven explosivamente populares de un instante al otro, pero desaparecen del análisis y de la discusión pública a un ritmo más acelerado que nunca.
Como resultado, cada vez es más difícil profundizar en un tema sin perderse los demás. La inmediatez prima y cada vez queda menos tiempo para procesar y problematizar la información, la que terminamos recibiendo en forma pasiva.
La actitud crítica y reflexiva, presa de las lógicas del mercado y su velocidad, acaba relegada a un segundo plano.
De un tiempo a esta parte, no solo tenemos la sensación de que los tópicos de discusión pública, las tendencias e incluso hasta los hechos más trascendentales del ámbito internacional ocurren tan sorprendentemente rápido que nos toma solo unos días olvidarlo o sustituirlo, sino que existe literatura que así lo evidencia.
Al enfrentar una sobreexposición de información, el cerebro es bombardeado con datos, alertas y notificaciones. En la gran mayoría de los casos, diseñadas por expertos en neurociencia y comportamiento humano para acaparar nuestra atención en forma eficaz, inmediata e incesante. A lo largo de todo el día, todos los días.
Para responder a estas señales, se produce un aumento de cortisol en el organismo, la denominada hormona del estrés. Como resultado —concluye el estudio—, una persona puede incluso llegar a enfrentar barreras fisiológicas para concentrarse y procesar grandes cantidades de información a largo plazo. En tal sentido, es necesario preguntarse cómo abordar esta problemática en la educación.
Y un prometedor abordaje puede hallarse en el mundo de las microlecciones y el nanoaprendizaje, nuevas tendencias educativas sobre las que se está experimentando como una solución de aprendizaje a pequeña escala.
Estas modalidades implican proporcionar a los estudiantes información altamente específica y condensada, pero en cantidades más pequeñas, atractivas y fragmentadas, durante un lapso reducido. Un nuevo formato que responde a una nueva realidad: el aprendizaje en ráfagas de tiempo corto aumenta la capacidad para asimilar y retener información. La irrupción de las redes sociales y la transformación del entretenimiento han modificado también la forma en la que aprendemos.
Al proporcionarles a los estudiantes pequeños fragmentos de información condensada, aumentan las probabilidades de captar y retener su atención, mejorar su productividad y colaborar con sus capacidades de aprendizaje, mediante la identificación de las necesidades de los estudiantes, la determinación de objetivos de aprendizaje específicos, la selección de contenidos y tipos de formato (videos, imágenes, podcasts, infografías) y la reducción de la extensión del material. Sin dudas, un ámbito de investigación de gran interés, tan actual como necesario.
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Transformación digital en la experiencia de aprendizaje
En diálogo con tendencias educativas como las microlecciones y el nanoaprendizaje, la constatación de un acortamiento en los lapsos de concentración y la capacidad para prestar atención también están llevando la experiencia del aprendizaje a un rediseño, como parte de una ineludible transformación digital.
La reducción en los períodos de concentración, producto de la prevalencia de la tecnología y los ecosistemas digitales, también ha sido objeto de varios otros estudios, como el informe How does digital affect canadian attention spans, publicado en 2015 por Microsoft Corp.
Esta investigación se desarrolló en Canadá y tuvo una duración de 15 años, comenzando en el 2000, en los albores de la revolución móvil, y llegando hasta el 2015, ya consolidado el concepto smart. De acuerdo a sus resultados, los períodos de atención cayeron 4 segundos en promedio, pasando de una media de 12 a 8 segundos, fenómeno atribuido a las características propias de estas tecnologías y a la constante sobreestimulación que implican.
Adicionalmente, el informe asevera que aquellos usuarios que utilizan varias pantallas al mismo tiempo encuentran mayor dificultad para filtrar los estímulos irrelevantes de los que realmente importan, por ende, se distraen con más facilidad.
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Por otra parte, se observaron notables mejoras en las capacidades para el multitasking y, según el informe, pese a la pérdida de concentración, desde la revolución móvil las personas tienen mayor habilidad y destreza para realizar varias tareas a la vez.
Según teoriza el informe, estos cambios han sido el resultado de la plasticidad cerebral, la capacidad del cerebro humano para adaptarse y modificarse a sí mismo con el tiempo, mientras que el debilitamiento de la concentración sería un efecto secundario de la evolución hacia la universalización de Internet móvil. Establecer ciertos paralelismos con lo que en su momento pudo significar la irrupción de las calculadoras de mano en relación con las habilidades para realizar cálculos matemáticos mentales no resultaría incoherente.
El informe concluye que un estilo de vida digital termina reduciendo la capacidad para mantener la concentración en una única tarea, particularmente en entornos no digitales. La contracara es que, al parecer, los usuarios se están volviendo mejores para hacer más con menos, a través de ráfagas más breves de alta atención y una codificación más eficiente en la memoria: una vez que se logró captar la atención, se retiene más y mejor.
En este sentido, los cambios en la capacidad para prestar atención también pueden utilizarse como criterio de clasificación, para diferenciar entre distintas generaciones. La generación millennial, por ejemplo, que en buena medida creció con esta tecnología al alcance de la mano, tiene características distintas a las de la generación X y su predecesora, la denominada generación baby boomer.
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A este respecto, desde la generación millennial se afirma que cuando el contenido es altamente atractivo, cuentan con el potencial para prestar atención durante períodos más largos que las generaciones pasadas. Sin embargo, cuando ese contenido no les atrae ni atrapa de inmediato, se convierten en los primeros en perder la concentración y desconectarse.
Este joven grupo se preocupa especialmente por las narrativas, así como por la naturaleza visual del contenido. En efecto, para mantener la atención de los millennials, el contenido que se les presenta debe tener un fuerte atractivo visual, con variedad de imágenes y diálogos acompañando una historia interesante, capaz de llamar y retener la atención.
De este modo, replantearse la presentación de los contenidos, rediseñando su relato a partir de lenguajes más ágiles, dinámicos y con un fuerte elemento gráfico, está siendo una tendencia educativa altamente efectiva para esta intersección del estudiantado que, cuando es enfrentado a materiales atrapantes, veloces y visualmente atractivos, tiene una excelente capacidad para retener y prestar atención.
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Recuperar la escritura a mano
Aunque resulte cuando menos llamativo incluirlo en un itinerario de nuevas tendencias en la educación, desde la neurociencia se viene exhortando a recuperar y volver a enseñar la escritura a mano, en tanto involucra interesantes beneficios en el aprendizaje.
El desarrollo de nuevas tecnologías y técnicas de visualización cerebral de las últimas décadas ha permitido obtener información altamente relevante sobre el funcionamiento del órgano responsable del aprendizaje. En el estudio “The effects of handwriting experience on functional brain development in pre-literate children”, publicado en el volumen 1 de la revista científica Trends in Neuroscience and Education, encontramos un buen ejemplo.
El estudio data de 2012 y ya desde entonces planteaba la preocupación de que, en una era profundamente tecnológica, la posibilidad de que mecanografiar, escribir en el teclado de una máquina o digitar en pantallas reemplace a la escritura a mano convencional, nos enfrenta a ciertas interrogantes en relación con la utilidad de esta antigua forma de desarrollar las prácticas comunicativas. Especialmente pensando en el futuro.
En este sentido, el estudio, desarrollado por el Psychological and Brain Sciences Department de Indiana University, evidenció que la activación de determinadas regiones del cerebro durante la decodificación de las letras se ve influenciada de diferentes e importantes maneras por la previa escritura de letras a mano en comparación con la previa mecanografía, el tecleo o la digitación de esas mismas letras.
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Durante la investigación, un grupo de infantes de cinco años de edad y en etapas previas a la alfabetización escribieron a mano, mecanografiaron, digitaron o trazaron diferentes letras y formas. Posteriormente, se les mostraron imágenes de esos mismos estímulos que “leyeron” y replicaron, mientras se les realizaba una imagen por resonancia magnética (IRM).
Los resultados revelaron que, en el cerebro, los circuitos neuronales más importantes en el proceso de aprendizaje de la lectura cobraban vida cuando el grupo de infantes producía las letras a mano y luego intentaba leerlas. Este efecto, sin embargo, desapareció cuando las letras fueron mecanografiadas, tecleadas o digitadas.
Estos hallazgos han demostrado que la escritura a mano es importante para el aprendizaje y el procesamiento de las letras en las regiones del cerebro que son la base de la lectura exitosa. Consecuentemente, el tradicional método de escritura facilita la adquisición de la lectura en infantes, y la idea de recuperarlo para aplicarlo entre estudiantes mayores, ya está consolidándose como una nueva tendencia educativa.
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Aprendizaje continuo y educación permanente
A lo largo de la historia moderna y contemporánea, cada revolución industrial ha incidido sensiblemente en el mercado laboral y la propia naturaleza del trabajo, en tanto el desarrollo tecnológico siempre conduce hacia un cambio en la forma en la que las personas trabajan y se relacionan con su trabajo.
En tal sentido, especialistas afirman que los efectos de la Cuarta Revolución Industrial, una era que ha significado la metamorfosis de los sistemas ciberfísicos en la convergencia de tecnologías digitales, físicas y biológicas, podrían provocar un impacto mayúsculo en los índices de empleo.
El reporte Agiletown: the relentless march of technology and London's response, desarrollado por la firma Deloitte en 2014, encontró que alrededor del 35 % de los puestos de trabajo en todo el Reino Unido y hasta el 51 % en Londres corrían un considerable riesgo de automatización durante las siguientes dos décadas. Y el panorama mundial no sugiere mayores diferencias, con cientos de millones de puestos de trabajo cuya pertinencia peligra en el mediano y corto plazo.
En efecto, los profesionales que quieran seguir siendo competitivos en su entorno deberán actualizar sus conocimientos en forma periódica. Esta tendencia educativa indica que la obtención de un título debe ser precedida por alguna forma de aprendizaje extendido y puede estar evidenciándose en el hecho de que, a nivel global, el número de personas con estudios de postgrado está creciendo. Un incremento que también significa más competitividad.
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De acuerdo a las cifras de la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico (OCDE), la cantidad de nuevos graduados con título de doctorado o equivalente ha crecido en todo el mundo durante las últimas dos décadas.
Solo en Estados Unidos, uno de los países con el mayor número de doctores y títulos de postgrado, el número de personas con un título superior al de grado se duplicó desde el 2000 a la fecha. Y, aunque existe preocupación ante una eventual nueva brecha educacional, ya que las grandes empresas están comenzando a elevar sus requisitos y solicitar postgrados, los resultados globales se dirigen hacia allí, por lo que existe una tendencia mundial hacia la educación permanente.
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No obstante, esta situación también tiene relación con su contexto médico y biológico. Es que el desarrollo científico y tecnológico no solo ha transformado la forma en la que trabajamos, sino la manera en la que extendemos y protegemos nuestras funciones biológicas como seres vivos. Esto nos permite alcanzar una esperanza de vida superior que, entre otras cosas, está implicando la consideración de la extensión de los períodos de actividad en el ámbito profesional.
Dos posibles escenarios a los que nos podría enfrentar esta situación serían vivir más, pero trabajar más; o vivir más y, gracias a la automatización, contar con más tiempo libre para cultivar el conocimiento.
En el primero, la educación permanente tendrá una amplia extensión que implicaría actualizar el conocimiento profesional de generaciones enteras, una necesidad que evidenció la pandemia, y el desarrollo de la educación online, por lo cual será necesario seguir formando a educadores en nuevas tecnologías y renovar sus competencias digitales. En el segundo, la automatización del trabajo brindaría la posibilidad de contar con más tiempo libre para actualizar, profundizar y diversificar aprendizajes.
Asimismo, no solo representa una herramienta para el empoderamiento socioeconómico en un mundo competitivo e hiperglobalizado, cuyo desarrollo avanza a un ritmo exponencial, sino que es un derecho universal que ha demostrado ser parte esencial del proceso de desarrollo personal y comunitario, donde los miembros de la comunidad adquieren las habilidades para participar en la vida social, cultural, vocacional y profesional, y que no tiene por qué culminar tras la obtención de un título.
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Educación STEAM
El cambio es una constante necesidad en la educación. Como hemos observado a lo largo del recorrido, el desarrollo tecnológico, la metamorfosis generacional y el propio acontecer de la historia obliga a explorar nuevas estrategias educativas en forma continua.
Implica equipar a los estudiantes con las habilidades y los conocimientos adecuados para el momento indicado, con las herramientas que necesitarán para innovar en la fuerza laboral contemporánea. Es en este marco que ha surgido STEAM, un abordaje educativo que involucra a los estudiantes específicamente en ciencia, tecnología, ingeniería, artes y matemáticas.
De allí su nombre, acrónimo de los términos del inglés science, technology, engineering, arts y math, que, de hecho, fue solo STEM hasta 2011. Y, en este sentido, diversos expertos en educación consideran a STEAM (y su predecesor STEM) como un componente esencial de la educación del siglo XXI, la era digital y el paradigma tecnológico.
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El abordaje STEAM tiene como objetivo despertar un interés de por vida por estas disciplinas, pero desde un primer momento en la vida educativa. La ciencia, la tecnología, la ingeniería, las artes y las matemáticas son campos de estudio que guardan más similitudes de las que apresuradamente se puede suponer. Se trata de disciplinas que involucran un fuerte componente de creatividad e innovación, y ninguna de ellas utiliza un único método para indagar, investigar o aproximarse al conocimiento.
En tal sentido, enseñar habilidades relevantes para el presente y con demanda contemporánea prepara a los estudiantes para convertirse en profesionales innovadores, capaces de resolver problemas en forma creativa, en un mundo competitivo y en evolución constante.
STEAM integra y entrelaza cada una de las disciplinas, fomentando un entorno de aprendizaje inclusivo, en el que todo estudiante puede participar y contribuir. Se trata de un abordaje que representa un cambio de paradigma en la filosofía educativa convencional, basada en puntajes de exámenes estandarizados, hacia un ideal actual, enfocado en valorar el proceso de aprendizaje con la misma relevancia que los resultados.
Se desafía a los estudiantes a equivocarse, a intentar múltiples ideas y abordajes diferentes para un mismo problema, a escuchar opiniones alternativas y construir una base de conocimientos prácticos, que sean aplicables a la cotidianidad y no únicamente a un examen.
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A diferencia de los modelos tradicionales de enseñanza, los educadores que ya están aplicando este modelo unen las disciplinas en sus puntos más sinérgicos y las ponen a dialogar. El desarrollo de un proyecto de arte ejecutado a través de sistemas tecnológicos, por ejemplo, aúna el proceso de modelado de un diseño con el contenido de matemáticas y ciencias.
Diseñar propuestas educativas en este marco permite difuminar los límites entre el pensamiento artístico, el científico y el matemático. A través de este enfoque, holístico y divergente, los estudiantes pueden ejercitar diferentes aproximaciones al conocimiento, la resolución de problemas y la interpretación de la realidad.
En el mundo contemporáneo, marcado por la inmediatez y los cambios veloces, la hiperglobalización y la omnipresencia tecnológica, el abordaje STEAM se consolida como otra nueva y necesaria tendencia educativa.
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