¿Qué es la clase invertida?
Conocida también como aula invertida —o flipped classroom, en inglés— se trata de un modelo que combina la enseñanza presencial con actividades fuera de la clase, generalmente mediadas por la tecnología.
La particularidad radica en que la secuencia didáctica se invierte. A diferencia de la clase tradicional, donde los procesos cognitivos de orden inferior (como ser la adquisición y comprensión de los contenidos) se desarrollan en el aula, en este modelo, los procesos cognitivos de orden superior (por ejemplo, la aplicación del conocimiento, el análisis o la síntesis) tienen lugar durante la clase.
“Como evidencian las investigaciones internacionales, el tiempo de aula se utiliza para rescatar enseñanzas, para reorientar las discusiones, para contener a los estudiantes y para realizar cierres”, explicó Annalet Viera, durante la defensa de su tesis doctoral titulada De expectativas a experiencias en la universidad del siglo XXI: el rol de la clase invertida.
Esa es una de las bases de la metodología: el compromiso del estudiante con su autoaprendizaje. Necesariamente, deben estudiar fuera del aula, algo que, en sus palabras, “generalmente no se acostumbra” y que, por tanto, impulsa “un aprendizaje que no tiene límites”.
La clase invertida genera aprendizajes autónomos y significativos. Aporta a la autogestión y a un aprendizaje sin fronteras para los estudiantes, ya que se aprende en cualquier lugar, en cualquier momento y en cualquier entorno.
Otra de las claves de la clase invertida radica en que el estudiante es el centro: es una estrategia didáctica que toma en cuenta todas las formas de aprendizaje, sus ritmos, y sus intereses y necesidades. Se trabaja a partir de contenidos que el docente presenta de forma intencional y con actividades progresivas y atractivas, en un ambiente totalmente flexible.
“Es un aula que genera mayor independencia de los estudiantes, dado que facilita el aprendizaje autodirigido. Las clases son más prácticas y participativas, y facilitan el acceso a contenidos adaptados a los requerimientos de aprendizaje de los estudiantes”, resumió.
¿Qué se requiere para implementarla?
Contar con docentes formados, con experiencia e implicados en el proceso educativo, para Viera, resulta fundamental. “Es impensable que alguien que no tiene experticia en su área de conocimiento y que no tenga formación pueda estar dando vuelta la clase”, afirmó.
Es que la egresada del Doctorado en Educación advirtió que, a diferencia de lo que muchas veces se observa en la literatura, no se trata de “invertir el orden de las actividades”: “La clave está en el enfoque metodológico y pedagógico: cómo se planifica, la guía del docente, la coherencia que tiene que existir entre la propuesta educativa y las formas de evaluación”.
Al mismo tiempo, de acuerdo con lo que pudo observar durante su investigación, es una metodología propicia para implementar con grupos pequeños. Por esa razón, también es imprescindible que las instituciones educativas faciliten las condiciones necesarias para el adecuado desarrollo de la clase invertida, como ser aulas pequeñas, equipadas con la tecnología requerida.
Es que la incorporación de las herramientas digitales es otra de las cuestiones a tener en consideración. “Es fundamental que los estudiantes tengan conocimientos básicos en tecnología, que no es lo mismo que usar permanentemente una red social”, puntualizó.
Lo trascendente de esta metdología es la inversión que propone el docente, para que los estudiantes logren un aprendizaje personalizado y para que puedan alcanzar los objetivos de aprendizaje.
¿Qué mostró la evidencia?
“Siempre tuve una preocupación constante respecto a la incorporación de diferentes metodologías didácticas, que contribuyan a formar estudiantes en forma integral”, indicó Viera. Es por eso que identificó una institución educativa que utilizaba la clase invertida, para realizar un estudio de caso único, con entrevistas semiestructuradas, observaciones de clase y encuestas a los estudiantes.
Y, en particular, en su tesis doctoral, se propuso comprender las percepciones del docente y de los estudiantes acerca de las características de la clase invertida a nivel universitario, así como conocer cuáles son los factores que intervienen en su implementación.
Sin embargo, ¿por qué estudiar una metodología que se viene implementando hace tantos años, a nivel mundial? “La mayoría de la bibliografía analizada hacía referencia a las bondades de la clase invertida, comparaba el rendimiento de los estudiantes en relación con la clase tradicional, pero había poca evidencia en cuanto a la efectividad y a la comprensión de lo que realmente significa invertir una clase”, explicó Viera.
En su investigación, la egresada observó que, efectivamente, los estudiantes se comprometieron con su aprendizaje: trabajaron en forma colaborativa, de forma autónoma y motivados. Interactuaron e intercambiaron con sus pares, siempre de forma fluida y dinámica.
Al mismo tiempo, fue testigo de la utilización de las herramientas digitales como apoyo. Los estudiantes tuvieron a su disposición una variedad de materiales didácticos, en diferentes formatos, especialmente diseñados por el docente.
No obstante, la tesis evidenció que la tecnología no fue el elemento fundamental de esta metodología. “Es importante destacarlo porque, por lo general, la bibliografía habla mucho de la clase invertida y del uso de la tecnología como la base. Y en este caso no fue así”, sentenció.
Pero no todo fue color de rosas. Era la primera vez que los estudiantes se enfrentaban a una metodología activa y había cuestiones que les costaba comprender. Por ejemplo, el hecho de que el docente evaluaba los aprendizajes y no el rendimiento, lo cual era visto como un aspecto negativo por determinados estudiantes.
Por momentos, además, hubo caos e incertidumbre, según contó Viera. Como trabajaban con proyectos, salieron a implementarlos y ahí se encontraron con las dificultades propias de la profesión. Finalizaron algunas clases desmotivados por no llegar al logro esperado. Sin embargo, todos finalizaron el curso.
La apreciación del docente por parte de los estudiantes, sin embargo, fue muy positiva. “Su rol era el de generar un ambiente propicio, tanto para el intercambio como para las discusiones. Siempre lo hizo desde un componente lúdico: además de hacer amena la clase, generó confianza con los estudiantes”, precisó y añadió que el rol del docente en la clase invertida se vuelve fundamental.
No solo para que los estudiantes adquieran los conocimientos necesarios, sino también para que impulse en ellos competencias claves, como ser el trabajo colaborativo, el pensamiento crítico o las habilidades comunicacionales.
No es una receta, pero es un modelo versátil, flexible y adaptable al entorno: es un aula que se mueve y habla permanentemente.
El lunes 29 de mayo de 2023, Annalet Viera defendió su tesis doctoral titulada De expectativas a experiencias en la universidad del siglo XXI: el rol de la clase invertida.
En esa oportunidad, el tribunal estuvo compuesto por:
- Dra. Patricia Viera Duarte, directora de la sede Rivera del Centro Universitario Regional (Cenur) Noreste de la Universidad de la República (Uruguay);
- Dra. Lourdes Cardozo Gaibisso, profesora e investigadora de TESOL y Lingüística Educativa en Mississippi State University (Estados Unidos);
- Dr. Gabriel Díaz Maggioli, coordinador académico del Diploma de Especialización en Enseñanza de Inglés como Lengua Extranjera y del Certificado Avanzado en Enseñanza de Inglés de la Universidad ORT Uruguay.
La Dra. Mariela Questa-Torterolo, coordinadora académica adjunta del Master en Gestión Educativa y del Master en Formación de Formadores de ORT, y el Dr. Alejandro Armellini, profesor y decano de aprendizaje digital y distribuido en la Universidad de Portsmouth (Reino Unido), se desempeñaron como directores de la tesis de Viera.