Una investigación sobre los Centros María Espínola
“¿Cómo se desarrolló la autoevaluación institucional en los Centros María Espínola durante los años 2021 y 2022? ¿Cuáles fueron los factores positivos y de riesgo que condicionaron su implementación real?”, fueron algunas de las preguntas que Mauricio Arévalo abordó en su tesis doctoral titulada Autoevaluación institucional basada en evidencias: los Centros María Espínola (Uruguay).
La investigación del egresado del Doctorado en Educación se enmarcó en una de las políticas de mejora educativa que la Administración Nacional de Educación Pública (ANEP) impulsa desde 2021: los Centros María Espínola, una propuesta “orientada a fortalecer la equidad y la inclusión en los contextos socioeducativos vulnerables”.
En un contexto en el cual solo el 41 % de los jóvenes uruguayos culminan la educación media ―potenciado por altos niveles de rezago, abandono y desvinculación en los contextos más vulnerables―, la creación de los Centros María Espínola se caracteriza por “la extensión del tiempo pedagógico, el fortalecimiento de la gestión educativa y la implementación de una autoevaluación institucional basada en evidencias”.
En concreto, Arévalo se interesó en profundizar en la autoevaluación institucional que se realiza en dichos centros como “práctica para la mejora educativa”. Según documentos oficiales, la herramienta propone “generar condiciones para el análisis situado, la reflexión pedagógica y la toma de decisiones informadas”.
Sin embargo, tal como señaló, la “autoevaluación no es algo nuevo”, ya que en su investigación listó una serie de programas que implementaron un modelo de autoevaluación. “Pero no hay información pública de qué pasó, qué funcionó y por qué no funcionó”, añadió el egresado.
https://www.youtube.com/watch?v=_K1e5aPtg7w
En su investigación doctoral, Arévalo optó por un diseño mixto. Realizó un análisis documental de los informes de la autoevaluación realizados en los centros, aplicó encuestas a docentes y directores, llevó a cabo entrevistas grupales a coordinadores de enseñanza, y entrevistas en profundidad a expertos nacionales e internacionales, lo que le permitió “triangular visiones institucionales, prácticas reales y percepciones de los actores”.
Las potencialidades de la autoevaluación
“La autoevaluación basada en evidencia tiene el potencial de fortalecer la toma de decisiones, fomentar una cultura institucional de aprendizaje y promover mejoras sostenibles”, aseguró Arévalo.
El trabajo mostró que la autoevaluación tuvo un “fuerte impacto en la reflexión crítica y colaborativa” dentro de los centros educativos, lo que generó un ambiente de mejora cotidiana. De hecho, los coordinadores mencionaron que hubo un “fortalecimiento del trabajo en equipo y del trabajo colaborativo”, que perduró más allá de la autoevaluación.
Al mismo tiempo, se observó que la herramienta era utilizada para promover el análisis institucional, así como para impulsar la circulación y sistematización de la información en los centros. En ese sentido, más del 80 % de los docentes y directores coincidieron en que la autoevaluación ayudó a visibilizar la realidad del centro y generó acciones de mejora.
La autoevaluación generó un cambio en la forma de analizar la realidad institucional, al promover una mayor conciencia sobre las fortalezas y debilidades del centro.
Un hallazgo de la investigación fue que permitió establecer un vínculo entre autoevaluación y mejora institucional, debido a que dicho proceso finalizó en líneas de mejora ―fundamentalmente centradas en el clima institucional, convivencia y motivación estudiantil―. Según precisó el egresado, en todos los centros, luego de desarrollar el proceso de autoevaluación, se conformaron equipos docentes que empezaron a elaborar, reelaborar o actualizar el proyecto de centro.

En términos institucionales, en palabras de Arévalo, la autoevaluación propone “una sistematización crítica que tiene tanto valor formativo como estratégico”: “Permite a las comunidades educativas pensar sus prácticas basadas en evidencia y a los tomadores de decisiones, ajustar el modelo en base a sus usos reales”.
Algunos riesgos de la herramienta
En un primer momento, Arévalo visualizó que la autoevaluación fue percibida por muchos docentes como un “trámite administrativo impuesto”, lo que causó resistencias y desconfianza: “Con el tiempo, y a medida que se comprendió la utilidad para la planificación y el conocimiento institucional, esta resistencia disminuyó, dando paso a una apropiación de la herramienta”. No obstante, en algunos casos, persistió esta percepción de control externo, lo que dificultó la incorporación del proceso reflexivo y formativo.
La alta rotación del personal docente también constituyó un “obstáculo para la continuidad y la apropiación institucional del proceso de autoevaluación”. La razón fue que los nuevos docentes carecían de conocimiento sobre los antecedentes del centro, lo que limitó la profundidad del análisis. Esta situación, agravada por la falta de evidencia sistematizada, “dificultó la emisión de juicios objetivos” sobre la realidad educativa.
Para que la autoevaluación tenga un impacto real, debe ser percibida como un proceso útil y formativo, no como una herramienta de control.
Si bien Arévalo indicó que la autoevaluación permite “visualizar la brecha entre la institución que se aspira a ser y el estado actual”, muchas organizaciones carecen de los recursos, del liderazgo o de la estabilidad para que el proceso sea “significativo y transformador”.
“La autoevaluación depende de que las instituciones posean una cultura de reflexión y colaboración, así como la capacidad metodológica y organizativa para implementarla de manera efectiva”, complementó.
La ausencia de compromiso, de una cultura de diagnóstico crítico y de condiciones logísticas y organizativas fueron otros de los riesgos que el egresado encontró. A nivel externo, la inestabilidad política o los cambios de administración también tienen el potencial de “interrumpir o deslegitimizar el proceso”.
“Estas limitaciones evidencian la necesidad de una planificación integral que contemple factores logísticos, culturales y humanos”, sentenció Arévalo.
Claves para la mejora
“Si se quiere consolidar una cultura de mejora continua en los centros educativos, es necesario invertir en formación vivencial, crear culturas colaborativas, un liderazgo que habilite el análisis crítico y desarrollar sistemas robustos y accesibles para la recopilación y sistematización de evidencia”, afirmó Arévalo.
Sumado a ello, el egresado del Doctorado en Educación, detectó la necesidad de formación práctica y basada en el intercambio de experiencias. Es que, según expresó, en los centros María Espínola “se evidenció una necesidad de formación previa y específica en autoevaluación, ya que la falta de capacitación inicial generó confusión y sobrecarga”.

Arévalo hizo hincapié en que el “derecho a la educación no se garantiza solo con el acceso”: requiere de “procesos de mejora genuinos, anclados en los territorios y apropiados por sus actores”.
“La autoevaluación tiene sentido solo si contribuye a garantizar el derecho a una educación de calidad para todos. Y eso requiere convertirla en una herramienta viva, apropiada y útil”, añadió.
Para cerrar, recurrió a una frase del profesor argentino Bernardo Blejmar, que dice que “gestionar es que las cosas sucedan”. Y agregó que los datos de la realidad educativa uruguaya “necesitan urgentemente que las cosas sucedan”.
Galería de imágenes
El martes 14 de octubre, en el auditorio del Campus Centro de la Universidad ORT Uruguay, Arévalo defendió su tesis doctoral.
En dicha oportunidad, el tribunal estuvo integrado por:
- Dra. Claudia Cabrera Borges, docente y tutora del Instituto de Educación.
- Dr. Manuel Cardoso, director de investigación del Centro de Actualización en la Enseñanza Superior (CAES).
- Dr. Gabriel Díaz Maggioli, docente del Instituto de Educación.
La Dra. Andrea Tejera Techera ―coordinadora académica del Master en Gestión Educativa, del Master en Formación de Formadores y del CAES― se desempeñó como la directora de tesis de Arévalo.
