Al llegar a Uruguay, la Dra. Tamara Díaz Fouz no vino solo a cumplir una agenda. La directora general de Educación y Formación Profesional de la Organización de Estados Iberoamericanos (OEI) llegó con la intención de escuchar, de conectar y de mirar de cerca cómo se implementan los procesos formativos en una universidad uruguaya.
Es así que su paso por el Instituto de Educación de la Universidad ORT Uruguay combinó distintas actividades. Además de integrar un tribunal doctoral, ser oradora en la presentación de un libro, e impartir un seminario para los estudiantes del Doctorado en Educación, mantuvo reuniones de trabajo con los equipos académicos para conocer de primera mano los proyectos en desarrollo y explorar posibles líneas de cooperación.
Siempre es muy rico el intercambio, siempre te actualiza.
En una entrevista tras su visita, Díaz Fouz profundizó sobre cuatro grandes interrogantes: ¿por qué son relevantes las clases de emprendimiento para los docentes?, ¿cuál es el papel de las emociones en la práctica profesional?, ¿cómo impulsar cambios reales en la formación de los profesores?, y ¿qué condiciones deben darse para que una propuesta pueda considerarse verdaderamente innovadora?
El emprendimiento en la docencia
Cuando se escucha la palabra “emprendimiento”, tradicionalmente, se la suele relacionar con los negocios, la tecnología o la ingeniería. “Normalmente, la asociación de emprendimiento con educación —y más con formación docente— es un tema que choca”, aseguró Díaz Fouz.
Desde su experiencia como profesora de una materia de emprendimiento en un programa de formación docente, la clave está en cambiar la mirada y entender que el docente “es un emprendedor” y un “agente de cambio”.
A través de talleres de resolución de conflictos o de liderazgo, por mencionar algunos ejemplos, propone romper barreras y lograr que los docentes sientan que “tienen capacidad de decisión”: “Todavía te encuentras con cierta reticencia, pero es importante que los profesores vean que no son meros consumidores pasivos de normativas o de propuestas que se hacen desde afuera”.

Para bajar a tierra esta idea, puso el caso de los espacios educativos. Aunque suelen ser catalogados como el “tercer educador”, parece ser “algo que ya viene dado”. Por lo tanto, para ella, es clave hacer reflexionar a los docentes sobre cómo la disposición del espacio comunica y habilita ciertos modos de aprender. También implica empoderarlos: que reconozcan su capacidad para cuestionar, proponer y hacer cambios más allá del aula.
“Es otra mirada que requiere salirnos un poco de la zona de confort, de los espacios habitualmente atribuidos al docente”, reconoció Díaz Fouz, quien añadió que agregar asignaturas de emprendimiento a las mallas curriculares supone “enriquecer el perfil del docente”.
Si queremos realmente transformar la educación, tenemos que trabajar con el contexto, la administración pública, la familia y la comunidad. Y eso supone una serie de competencias que van más allá de impartir una materia.
Competencias socioemocionales para la enseñanza
Coautora de Las emociones y los valores del profesorado, aseguró que, hace casi 20 años, cuando se publicó el libro, era un desafío hablar del tema. Ese enfoque hoy está mucho más asumido: se reconoce, se incorpora y se enseña en los programas académicos.
“Hay una constatación de que la profesión docente no es una actividad técnica y que no es simplemente aplicar determinados conocimientos o metodologías”, destacó Díaz Fouz, al tiempo que indicó que tratar de obviar el efecto de las emociones en el aula “es partir de una premisa errónea”.
Hay muchos elementos para que una clase funcione: desde la comunicación interpersonal hasta la capacidad de establecer una conexión genuina con quienes están aprendiendo. “Todos hemos tenido profesores que saben muchísimo, pero no se les entiende o no transmiten nada. O todo lo contrario: un profesor que consiguió que una asignatura te encantara. Eso es emocional, eso son competencias”, explicó.
Hay que entender que ser docente no es simplemente aplicar metodologías; no es simplemente saberte una asignatura o un contenido.
Al mismo tiempo, Díaz Fouz hizo hincapié en abandonar la idea de que el colectivo docente “es homogéneo”, lo que no podría estar “más lejos de la realidad”. Los profesores tienen sensibilidades y visiones distintas, y esa heterogeneidad es una fuente valiosa de aprendizaje.
Por tanto, escucharlos permite descubrir propuestas, ideas y conocimientos que muchas veces permanecen invisibles, pero que emergen con fuerza cuando se habilita un espacio de intercambio genuino.
Claves de la formación docente
Para pensar en los cambios necesarios en la formación, Díaz Fouz propuso comenzar por algo básico pero decisivo: tomar conciencia. De acuerdo a lo que detalló, muchos docentes replican modelos que vivieron como estudiantes —sin darse cuenta—, por lo que el primer paso es reconocerlo.
¿Y luego? “La única herramienta que tenemos los docentes es formación, porque tú no puedes cambiar tu experiencia, no puedes cambiar quién eres, pero sí que puedes tratar de mejorar e incorporar información, datos y evidencia”, aseveró.

Para la directora general de Educación y Formación Profesional de la OEI, “no es un mito que el docente tiene que estar constantemente formándose”: “Tú sigues siendo el mismo, pero las edades de tus estudiantes van cambiando, el contexto cambia, las tecnologías cambian… y mañana las formas de relacionarse también serán distintas, por lo que la formación es esencial”.
No se puede caer en pensar que simplemente con vocación y con pasión ya basta para ser docente. Es fundamental formarse y especializarse.
Otra dimensión clave es el trabajo en equipo e interdisciplinar, a pesar de que, en sus palabras, no es sencillo. La razón está en que los sistemas educativos suelen ser “muy verticales y muy individualistas”, marcados por la lógica de “cada maestrito con su librito”.
Aun así, resaltó el poder del intercambio. “Cuando tienes la opción de compartir con otros profesores, de ver qué les funciona, qué no les funciona, ese intercambio te obliga a ver otras cosas y aprendes”, manifestó.
Innovación educativa con sentido
Al hablar de innovación, Díaz Fouz advirtió sobre un malentendido frecuente: asociar lo innovador únicamente con lo último o lo novedoso. Si bien aclaró que, en el área de la tecnología eso puede ser cierto, en educación no es así.
En ese sentido, la innovación es un proceso, por lo que no es algo inmediato. Para que una propuesta sea verdaderamente innovadora, debe tener un objetivo de mejora, planificación, tiempo y recursos.
“Puede que hagas una actividad estupenda, pero es una actividad, no es una innovación. O que introduzcas una tecnología de última generación en el aula: será un instrumento que te sirva, pero no es una innovación”, explicó.
A su vez, precisó que algunas de las experiencias más transformadoras no dependen de grandes inversiones, sino de la capacidad de las escuelas para involucrar a toda la comunidad educativa en torno a una meta común. “Cuanto más sistémico es el proceso, más posibilidades hay de que funcione”, sostuvo.
Para finalizar, Díaz Fouz también cuestionó la idea de que innovar sea un talento reservado a unos pocos: “Me da mucha rabia cuando escucho ‘es que yo no soy innovador’ como si fuera un talento. La innovación es una capacidad, como la creatividad. Pero, lógicamente, tienes que trabajarla”.