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Asumir el liderazgo de la educación de un país no es una tarea sencilla. Ser ministro requiere de una capacidad única para resolver problemas a cada minuto. El Dr. Ricardo Cuenca ―quien desempeñó ese cargo durante 2020 y 2021, en Perú― reflexionó sobre la importancia de los docentes, el arte de tomar decisiones y los desafíos que enfrentan los líderes educativos de la región.
En un contexto en el que los sistemas educativos sufren retos sin precedentes, las reflexiones del investigador del Instituto de Estudios Peruanos y profesor de la Universidad Nacional Mayor de San Marcos se vuelven más relevantes que nunca.
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¿Qué dos o tres recomendaciones le harías a un ministro de América Latina que recién asume, con relación a la valoración de la carrera docente?
Agruparía todas las recomendaciones en una sola muy potente: es fundamental considerar a los docentes como aliados para el trabajo. Sin los docentes no solo no es posible desarrollar las clases, sino tampoco pensar la educación. Por eso, invitarlos a formar parte del diseño de las políticas y de la propia evaluación resulta fundamental, porque sin docentes no hay educación posible.
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¿Qué lecciones aprendiste como ministro de Educación que considerás cruciales para los futuros líderes educativos?
El aprendizaje mayor fue que ser ministro supone tomar decisiones cada minuto. Decisiones muy grandes, decisiones pequeñas, decisiones cotidianas, decisiones de mediano plazo. Y lo que aprendí es que cuando tomas una decisión, siempre queda algo por fuera.
Aun cuando has pensado mucho esa decisión junto con los equipos de trabajo. Siempre queda algo por fuera, y tienes que tener muy claro qué es lo que podría pasar con eso que quedó fuera, para poder atender estos efectos no esperados de la decisión.
Aprendí mucho a saber que no solo hay que tomar una buena decisión, sino que hay que estar preparado para aquellas cosas que van a aparecer sin que las hayamos planificado.
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¿Cuáles creés que son los principales desaciertos que los líderes y los políticos cometen en América Latina, en materia de educación?
Es una gran pregunta. Una de las cosas más importantes que aprendí ―pero que también siempre he mirado en mi propio trabajo de investigación, en políticas educativas―, es que los líderes de educación, los ministerios de educación, los responsables de las administraciones y de los sistemas educativos, tienen que estar siempre atentos a que trabajan para el sistema educativo.
A veces (y es fácil hacerlo), nos desviamos en la atención hacia la política general o hacia la relación política con los otros. Y creo que no hay que perder el anclaje con los estudiantes, con los docentes, con los inspectores, con los directivos escolares.
Porque, finalmente, son quienes constituyen y nos ayudan a poner en marcha todo lo que queremos en el sistema educativo. Entonces, considero que, a veces, erramos un poco a la hora de no fortalecer ese vínculo.
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¿Cómo se logra el anclaje con los estudiantes y con los docentes?
No sé si hay una estrategia específica. Pero, por lo menos, si somos conscientes de que tenemos que hacerlo, ya es buen punto de inicio.
Creo que se logra visitando mucho. Sobre todo, en países como Perú ―en el cual el ministro o la ministra de educación tiene mucha capacidad de decisión sobre el sistema―, hay que estar yendo a las escuelas. Hay que hablar con los profes, hay que hablar con los chicos, hablar con los inspectores. Caminar entre las aulas, para no perder de vista que ahí es donde está el trabajo.
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¿Cuál es el mayor mito sobre la educación en América Latina que te gustaría desmentir?
Que la educación debe ser algo más complejo de lo que realmente es. ¿Qué quiero decir con esto? Que, en la educación, hay muchos mitos vinculados a esta idea de lo que debería ser. El estudiante debería ser esto, el curriculum debería ser tal cosa; todo muy prescriptivo.
Y, sin embargo, a veces la realidad nos golpea mucho y nos damos cuenta de que no es como quisiéramos que fuera. Entonces, creo que uno de los mitos es pensar que la educación no parte de aquello que es real, sino de aquello que debería ser. Y si rompemos eso, probablemente, vamos a tener más éxito en la política educativa.
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A tu entender, ¿cuáles son los ingredientes fundamentales que deberían estar sí o sí al hacer una reforma educativa, para que esa receta sea exitosa?
Hay que ser conscientes que son decisiones. Y que esas decisiones, son decisiones políticas en el más amplio sentido de la palabra. No me refiero a político partidario, sino a político como manera de vincularse unos con otros. A partir de esas decisiones políticas, debería hacerse el mejor trabajo técnico posible, para poder diseñarlas.
Luego, saber que se necesita conocer cómo funciona todo el Estado. A la hora de implementar, permite estar atento a lo que sucede con otras políticas educativas y también con otras políticas públicas de otros sectores, para que realmente funcionen.
Y lo último es que no podemos perder de vista, a la hora de pensar en políticas educativas, que lo que está en juego no es solo una norma. Es todo un proceso y, cuanto más participativo y más amplio sea ese proceso, más legitima y más apropiada para la gente será esa política.
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¿Cómo ves a Uruguay en el ámbito educativo? ¿Cómo ha sido el intercambio con los estudiantes del Doctorado en Educación?
Ha sido muy bueno. Como siempre digo, es buenísimo volver a Uruguay y conversar con los colegas uruguayos. Uruguay tiene un sistema educativo muy particular en América Latina. Y creo que aprendemos muy poco de cómo funciona su administración pública. Así que siempre es bueno enterarse de los cambios y de aquellas cosas que se están haciendo, además del famoso plan Ceibal, que todo el continente mira con tanto cariño y con tanto respeto.
Particularmente, con el Doctorado en Educación, me voy muy satisfecho y muy contento. Hay un grupo lleno de ideas, y eso es muy importante cuando uno emprende un postgrado, una tesis o una investigación.
Me voy con una sensación de que hay algo transformándose en Uruguay. Habrá que ver con detenimiento si ese cambio va para bien, pero si hay momentos de cambios es que todo esto está vital y eso es bien importante.