Una vuelta a su casa
Después de dos décadas, Renato Opertti volvió a la Universidad ORT Uruguay. Su regreso, sin embargo, no es un simple reencuentro, sino una renovada apuesta a la internacionalización de la educación.
“Es un retorno a una institución de avanzada, en la que trabajé durante muchos años, que siempre me he sentido muy a gusto y que es mi casa”, aseguró al recordar su paso por la coordinación de la Unidad de Calidad Académica de la universidad, y como docente y tutor del Instituto de Educación, durante la década de los 90 y principios de los 2000.
Es que en febrero de 2025 asumió como asesor en proyectos internacionales del Instituto de Educación, con el objetivo de fortalecer el perfil internacional de ORT en el ámbito educativo. “La universidad tiene una base de recursos humanos, de conocimiento, de ideas y de propuestas, que le permite ambicionar un rol más protagónico en el escenario educativo iberoamericano y a escala global”, explicó.
Darle un impulso a la internacionalización se verá materializado de distintas formas de acuerdo a lo conversado con la Dra. Denise Vaillant, decana del Instituto de Educación, y su equipo. En incidir en proyectos transnacionales en educación; en seguir estableciendo redes con universidades de América Latina, Estados Unidos, Europa y Asia; en ofrecer postgrados para la comunidad docente internacional; y en impulsar nuevas formaciones y producción de conocimientos en temáticas claves de la agenda educativa, como los aprendizajes, el currículo, las tecnologías y la inclusión.
ORT siempre ha tenido una particular sensibilidad por los temas educativos, por lo que me resultó muy estimulante pensar en renovar el compromiso y la confianza en la educación, como canal de progreso y como vehículo de oportunidades.
Pero no se trata solo de ampliar redes. Para Opertti, el verdadero desafío está en renovar el modo en que se habla y se construye colectivamente sobre la educación. En un momento en que, en ocasiones, se cuestiona el valor y el sentido de la educación, consideró que desde el Instituto de Educación es posible contribuir al debate de educativo, a través de ideas fuerza con capacidad de transformar “nobles aspiraciones en oportunidades concretas” de desarrollo individual y colectivo.
Asimismo, impulsar un intercambio que involucre nuevas sensibilidades y actores educativos, provenientes de las nuevas generaciones, de las tecnologías, del mundo productivo, del mundo artístico y de la sociedad en general. Porque, hoy más que nunca, “educar implica conectar ideas, sensibilidades, enfoques y comunidades”, para entender la complejidad del mundo en que vivimos.
“Apostamos a que la universidad sea, también en educación, una usina de pensamiento glolocal: con una mirada global al mundo, pero con un aterrizaje localizado en el territorio”, resumió. Y como él mismo especificó, esta nueva etapa recién comienza: “La idea es que todos estos procesos, en uno o dos años, puedan transformarse en una realidad, construida desde la sólida base ya existente”.
Por qué la educación no es una prioridad
Opertti fue enfático en afirmar que la educación no es una prioridad actual de las sociedades ni una de las preocupaciones fundamentales de la ciudadanía.
“Si las encuestas de opinión pública te muestran que temas como la seguridad o la economía tienen una relevancia muy alta ―que no les niego su importancia― y solo el 6 u 8 % de la población considera que la educación es un tema importante, estás ante un problema”, precisó.
Últimamente, a su juicio, la seguridad pública “colonizó el debate educativo” y los países parecen “más preocupados en armarse que en desarrollarse”. A eso se suma un problema comunicacional: no se logra convencer a las familias y a las comunidades sobre “el valor y el sentido de la educación”.
A nivel internacional, se constata que la educación no es una prioridad.
“¿Por qué los estudiantes no asisten a la escuela? ¿Por qué hay 62 % de ausentismo crónico en las escuelas?”, cuestionó Opertti. Y enseguida continuó: “No estamos enamorando con la educación. Algo nos está pasando, capaz que no nos entienden o no logramos empatizar con la población”. En ese sentido, en sus palabras, se corre el riesgo de “seguir empantanados y distraídos” en discusiones al interior del sistema educativo, y “sin escucha atenta hacia lo que se demanda, sucede e impacta desde la sociedad hacia la educación”.
Con preocupación, además, recordó los datos de la última evaluación de PISA, que mostró que “un tercio de los estudiantes en Uruguay de 15 años (que se encontraban en el sistema educativo) no lograron ser competentes, a la vez, en las áreas de lengua, ciencia y matemática”.
“Estamos ante una situación de analfabetismo funcional que no solo afecta a los sectores más vulnerables de la sociedad. La insuficiencia de los aprendizajes en las alfabetizaciones fundacionales es un asunto universal y de larga data en nuestra sociedad”, añadió.
Sin una base mínima de habilidades en lectura, escritura, matemática y ciencia, para el asesor en proyectos internacionales del Instituto de Educación, no se puede construir una sociedad inclusiva ni democrática. Y lo comparó con una casa: “Cuando los cimientos están débiles, la estructura se tambalea”.
Algunas claves para avanzar en materia educativa
“Las transformaciones sociales, productivas, tecnológicas, culturales y geopolíticas del mundo de hoy, requieren repensar la educación en su globalidad y especificidad”, afirmó Opertti, quien advirtió que la transformación va más allá de ajustar un programa, flexibilizar un currículo o ampliar la cobertura. “Los tiempos de los reformismos fragmentados han llegado a su fin”, sumó.
Es por ello que es fundamental pensar qué educación se requiere para que las nuevas generaciones tengan la oportunidad de vivir en un mundo sostenible. También recobrar el sentido universalista dado que, a su entender, la educación es “un vehículo esencial” para la formación en valores universales, como la democracia, la inclusión, la convivencia, la paz y la seguridad.
No hay educación sin libertad. Y, de alguna forma, creo que hemos descuidado a la libertad en la educación.
¿Cómo lograrlo? Opertti dio algunas pistas hacia donde habría que avanzar. Además de personalizar la enseñanza para “encontrar el traje o el vestido” a medida de cada estudiante, es clave impulsar la discusión educativa en la ciudadanía y entender que la responsabilidad de formar a las nuevas generaciones es de “la globalidad de la sociedad”.
Uno de los desafíos más grandes, según subrayó, es “tomar conciencia” de la profundidad de los cambios requeridos y tener en claro los objetivos a alcanzar: “En educación, si uno no tiene claro hacia dónde va, los cambios son limitados en su impacto y desarrollo”.
“Debemos tener la ambición de que la educación construya nuevos modos civilizatorios. Y definir una ruta, una manera de lograr que eso, progresivamente, se desarrolle”, complementó.
La razón está en que los países que están ubicando el debate en ese nivel, podrán “apostar a tener sociedades más sostenibles y más resilientes” en el futuro. Por el contrario, quienes se queden en las discusiones autorreferenciales y endógenas, al interior del sistema educativo, “van a sufrir mucho” y por sobre todas las cosas, además de “penalizar a los más vulnerables” van a ser “extremadamente egoístas e injustos con el porvenir de las nuevas generaciones”.
Lecciones de una trayectoria internacional
Con décadas de experiencia trabajando con gobiernos, organismos internacionales, universidades e instituciones públicas y privadas, Opertti compartió algunas lecciones clave para los líderes educativos del futuro.
No creer que uno siempre tiene la respuesta —y no querer imponerla—, fue la primera. “Saber dialogar, entender al otro, buscar puntos de conexión y tejer sinergias, para que las cosas avancen y decanten, sin ser prisioneros del inmediatismo ni de la letanía”, destacó.
La importancia de las ideas, en segundo lugar. “Después de unos cuantos años de trabajar en educación en el mundo, sigo creyendo que lo que mueve la aguja son las ideas. No los modismos ni las recetas: las ideas sobre las cosas, gestionadas y aterrizadas para que impacten en la gente”, sentenció.
Es que reconoció que, a menudo, se prefiere hablar de recursos tangibles —que “no generan mayor polémica”—, antes que discutir en el qué y para qué educar. “Es más fácil acordar sobre ladrillos que sobre ideas de cambio, y moverse en las zonas de confort y de lo políticamente correcto que interpelar el statuo quo”, puntualizó.
En tercer lugar, la relevancia de la pluralidad: “Ninguna construcción seria se hace desde culturas y pensamientos hegemónicos. Se necesita apertura, generosidad, compromiso y equipos profesionales diversos”.
En último lugar, tener siempre en cuenta que las acciones deben impactar en los más vulnerables. “Ahí es donde hay que ser radical en la búsqueda de las respuestas y abrirse a la diversidad de propuestas, para mejorar la vida de las personas”, afirmó.
Soy un convencido de que la educación cambia la vida de la gente.
Para finalizar, manifestó que es clave “aprender a progresar sobre la base de las frustraciones relativas”. ¿Qué quiere decir? “En educación, nada es absoluto, pero es importante no caer en el relativismo ni en el ‘no se puede’ o ‘es lo que hay’. Siempre se puede avanzar si se tiene coraje, audacia e ideas, así como capacidad de movilizar voluntades y recursos para la consecución de objetivos y metas tangibles”, concluyó.