La clave, a su juicio, es que cada formador y cada estudiante “decida la mejor herramienta en función de sus necesidades y de su contexto”. “La tecnología digital es útil y esencial; eso no te lo cuestiona nadie. Sin embargo, no se puede tener una visión determinista. No todo debe ser digital, muchas cosas sí, pero otras cosas no”, sentenció.
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Además de detallar algunas claves para incorporar las herramientas digitales de forma sensata, Rivera reflexionó sobre los principales desafíos educativos, en la era post COVID-19. Si bien destacó que la pandemia dejó muchos aprendizajes, debido a que se desarrollaron una “avalancha de transformaciones” para dar continuidad a la escolaridad, también “exacerbó las diferencias sociales y volvió a entregarle a la escuela un rol preponderante, que no es justo que tuviese”.
Por lo que Rivera indicó que es fundamental “retomar el sentido de la escuela”. En otras palabras, proveer a los estudiantes de “competencias y conocimientos, para que se integren a la sociedad en la que viven”. “No es la alimentación, no es el transporte, no es la salud”, aclaró y precisó que la pandemia “permitió visibilizar en cuántos países la escuela cumplía ese rol”.
Pero en este nuevo escenario, ¿cuál es el papel de los docentes? “El profesorado tiene que aprender que ya no es el centro de la experiencia de formación”, respondió. Y enseguida continuó: “Antes formábamos, ahora acompañamos”. La clave está en transformarse en individuos que acompañen los procesos de aprendizaje de los estudiantes, en lugar de tener la responsabilidad de brindar todos los conocimientos.
“Hoy en día el profesorado tiene que ser un ente capaz de no solamente diseñar su plan de formación y de elegir qué dispositivo utiliza —si es analógico o no—, sino que debe motivar al estudiantado a que construya su futuro”, concluyó.