Guigou, además, se desempeña como docente de Geografía en el Instituto Crandon y como profesora de Didáctica 2 de la Geografía, en el Instituto de Profesores Artigas.
¿La situación sanitaria fue una oportunidad para modernizar la educación? ¿O seguimos con los mismos desafíos y problemáticas que teníamos antes de la pandemia?
En el comienzo de la situación sanitaria visualicé la incomodidad de la pandemia como una oportunidad de transformación de la educación. Hoy veo que algunos docentes e instituciones lograron tomar los cambios y apropiarse de ellos, para seguir construyendo, pero otros volvieron a lo tradicional.
En medio de la pandemia —como expresó la docente e investigadora argentina Mariana Maggio—, se “revolearon” un sinnúmero de actividades por todos lados. Muchas de ellas sin sentido y responsabilizando a los estudiantes por los aprendizajes.
Desafíos tenemos muchos, pero no son los mismos que antes. Hoy, en el regreso a la presencialidad plena, nos enfrentamos a nuevos retos, que se relacionan con el hecho de que los adolescentes no vivieron la socialización con sus pares como estábamos acostumbrados. Tenemos chicos emocionalmente inestables, con miedos y baja autoestima.
En algunos casos, la pandemia permitió cambios. Y, en otros, se hizo e intentó, pero no se lograron buenos resultados.
Luego de dos años de COVID-19, ¿cuáles son las lecciones aprendidas?
Una lección fundamental es que no se puede perder la humanidad. No podemos seguir mirando hacia el costado y concentrarnos únicamente en el ser que somos. Es importante educar para la vida y, desde allí, llegar a lo específicamente disciplinar.
Aprendimos lo necesario que es escuchar al otro —y que nos escuchen—. También que los contenidos curriculares son inalcanzables y que hay que priorizarlos, apuntando a que menos es más.
¿Qué de todo lo implementado y aprendido podemos seguir aplicando en las aulas, en el futuro?
Debemos trasladar la pasión de ser docente. Entusiasmar a los estudiantes: generar curiosidad, vivencias y experiencias compartidas en diferentes escenarios, tanto presenciales como virtuales.
Experimentar el aprendizaje desde otros espacios y estrategias didácticas, con recursos diversos y atractivos. Apuntar a las habilidades y competencias, para impulsar el conocimiento significativo, profundo y no inerte.
¿Y qué sería importante, definitivamente, dejar de hacer en las clases?
Es clave dejar de exigir a los educandos que hagan cosas del siglo pasado, que hoy ya no tienen sentido.
Pensando en los estudiantes, que vivieron el cierre de las instituciones educativas y esa enseñanza remota de emergencia, en 20 años, ¿qué elementos distintivos y positivos creés que tendrán, en relación a otras generaciones?
Desde hace una década, el liceo que dirijo forma parte de la Red Global de Aprendizajes. Y emprendimos el camino junto al Plan Ceibal, con sus plataformas, cursos virtuales, rúbricas y diversas herramientas online. Desde esa mirada, puedo afirmar que lo que Ceibal no logró hacer durante décadas, la pandemia lo hizo en menos de un mes...
En ese tiempo buscamos el camino de lo virtual, para contactarnos y continuar con los cursos. No teníamos otra alternativa. Ese cimbronazo hizo que se pudiera ver la importancia del trabajo desde diferentes espacios áulicos y con herramientas digitales.
Pensando en los próximos 20 años, veo la educación con apertura hacia nuevas formas de enseñar, de aprender en conjunto y, lo que es más importante, una renovación en las formas de evaluar.
¿Habrá conocimientos o habilidades que los estudiantes no hayan desarrollado como consecuencia de la pandemia, del cierre de las instituciones y de la falta de presencialidad?
La autonomía es una habilidad que es de primer orden atender. En pandemia, la soledad de la casa llevó a los estudiantes a un mayor aislamiento. No se logró que fueran autónomos, sino solitarios, sin saber cómo desenvolverse o actuar por sí solos.
Sin autonomía es muy complejo el desarrollo del pensamiento crítico, del carácter y la ciudadanía, que son habilidades fundamentales para su desarrollo.
Sumado a ello, la comunicación entre los jóvenes se vio perjudicada, dado que tenían una conexión vía internet, pero al no estar juntos, en forma presencial, hizo que se perdiera la comunicación esencial.
¿Qué aspectos creés que los docentes tendrían que prestar atención hoy, para poder manejar las consecuencias que provocó la educación en pandemia?
Los docentes debemos tener presente que no se puede enseñar como se hacía décadas atrás. A pesar de que se ha pregonado esta idea por todos lados, seguimos siendo expositivos.
También continuamos trabajando de forma lineal. De ese modo, los estudiantes son solo consumidores de datos y conceptos. No se les proporciona aprendizajes profundos, sino conocimiento inerte, que no le es útil para la vida.