“Pocas cosas han cambiado en la configuración del aula, desde el siglo XVII o XVIII, mientras que la sociedad y la economía han sufrido transformaciones muy importantes”, aseguró la Dra. Denise Vaillant, secretaria académica del Instituto de Educación de la Universidad ORT Uruguay.
Entrevistada por Carlos Magro –MBA y presidente de la Asociación Educación Abierta– para Fundación Santillana, destacó que el modo en que se organiza la escuela y la forma en que los maestros enseñan “no ha variado significativamente en las últimas décadas”.
“La escuela es un instrumento indispensable, pero debe ser repensada”, afirmó y aclaró que no significa que deba “desaparecer”. Todo lo contrario, ya que es la variable que determina la construcción de ciudadanía e igualdad: “Significa que la escuela debe ser reforzada, en base al significado que ha cambiado”.
En especial, manifestó que es necesario implementar cambios en el sistema educativo, de forma que responda a las necesidades que las sociedades demandan y para que desarrolle las competencias esenciales que los estudiantes requieren en la actualidad.
La importancia de los equipos
“Aún en las condiciones más difíciles, en los contextos vulnerables más extremos, equipos directivos y docentes logran construir ciudadanía y un aprendizaje significativo por parte de los alumnos”, afirmó Vaillant, quien hizo hincapié en que la pasión que tienen los docentes por enseñar ha sido “el motor del cambio”.
El desafío está en hacer que esas prácticas aisladas sean una “realidad de todo el sistema educativo”, ya que aunque hay una tendencia a ver la docencia como homogénea, existe mucha heterogeneidad de situaciones.
“Los maestros y docentes siguen cumpliendo un rol fundamental, pero muchas veces la formación docente se piensa en función de las enseñanza y no del gran telón de fondo, que deben ser las escuelas y los aprendizajes”, resumió.
Por esa razón, al repensar la escuela también se debe reconsiderar la profesión docente. Más específicamente, lo relativo a las condiciones de trabajo, la formación de los profesores, la supervisión escolar, así como la valoración social de la docencia.
Los directivos también tienen un papel clave, según Vaillant. Deberían ser los líderes pedagógicos de sus centros educativos. Pero, en la práctica, muchas veces no lo son: “No porque no lo quieran, sino porque tienen tantas obligaciones desde el punto de vista administrativo y de la infraestructura de la escuela, que no tienen el impulso que deberían tener”.
La docente e investigadora explicó que no alcanza con “adecuadas propuestas curriculares”, sino que es importante contar con una adecuada estructura institucional, políticas de acompañamiento, entre otras cuestiones, que vehiculen esa posibilidad.
Las competencias y habilidades del siglo XXI
“Lo que hace un docente, en términos de disciplina en el aula, no es tanto lo que le enseñan los libros de pedagogía o su paso por la formación inicial, sino que tiende a replicar el modelo que vivió como estudiante”, expresó Vaillant. “Si un docente ha vivido experiencias escolares sumamente autoritarias, la tendencia es a replicarlas”, añadió.
Como consecuencia de ello, una competencia fundamental –tanto para docentes como para estudiantes– es la reflexión sobre la práctica: una estrategia que colabora a conseguir una educación más justa.
Vaillant detalló que en la actualidad sigue permeando la idea de “cada maestro con su librito”, así como “la incompetencia ignorada y la competencia no reconocida”. Si bien destacó que la autonomía profesional es muy relevante, también lo es la colaboración y la mirada de los otros. Por lo que responsabilizarse por las prácticas propias y fomentar la reflexión crítica sobre las acciones de los colegas es clave.
Asimismo, puntualizó que, en las escuelas, es importante impulsar habilidades como la resolución de problemas, el respeto, la capacidad de escuchar a los otros, la responsabilidad y el trabajo en equipo.
Sin embargo, no son capacidades que “nacen por generación espontánea”, sino que hay que fomentarlas. Por ejemplo, con estructuras que actúen en consecuencia. Si en una escuela no es una práctica habitual la educación en valores, para ella, de nada “sirve promocionarlo en el curriculum”.
Para finalizar, Vaillant recalcó cinco claves para el cambio: vocación, formación, profesionalismo, responsabilidad y pasión.